La Hora de La Rabia

Por Germán Otálora Gallego

Tenemos rabia, estamos furiosas y furiosos. Protestas masivas que expresan un profundo descontento social, en su inmensa mayoría pacíficas, han sido enfrentadas con el uso desproporcionado de la fuerza, con brutalidad policial, con asesinatos de manifestantes no armados, con violaciones, desapariciones, gas lacrimógeno.

También nos responden con violencia desde los micrófonos. Es el viejo libreto, el viejo miedo ante la valentía de la ciudadanía. Y no, las protestas no vienen de los actores armados. Son mías, de mis amigas y amigos, de mi familia, de estudiantes, de la sociedad civil, de madres y padres, de hijos e hijas que sienten que el Estado, que el gobierno, les ha fallado.  

No protestamos solamente contra una nueva reforma tributaria regresiva. Entendemos que el Estado necesita más dinero. Pero también entendemos que los pobres siguen igual de pobres después de impuestos, después de la (inexistente) redistribución, y que los ricos y mega ricos aumentan su capital mientras aumenta la desigualdad.

La pobreza, que ya tenía niveles obscenos, viene en aumento desde 2018, antes de la pandemia. Ahora, familias que comían tres veces al día ya no lo pueden hacer, mientras que la mitad de los recursos para aliviar el sufrimiento de la pandemia no se ejecutaron y mientras el gobierno cotizaba aviones para la guerra a la que nos quieren condenar.

En Colombia, según la OCDE, se necesitan once generaciones (330 años) para que una familia salga de la pobreza. No alcanza la vida, literalmente. Eso es violencia estructural y viene del Estado. Protestamos contra la forma en que nos gobiernan, porque hay responsables políticos detrás de esta barbarie.

Protestamos contra la violencia en la que nos han hundido y reclamamos la paz que nos quieren negar. Estamos cansados de la forma habitual de hacer política, de la represión y de la respuesta débil disfrazada de fuerza bruta a nuestras demandas sociales legítimas.

Ahora, ¿qué podemos hacer? ¿cómo canalizar nuestra rabia más allá de las protestas? Creo que la respuesta debe ser acción política, decidida y pacífica. Como dijimos en Rodeemos el Diálogo, por ahora las condiciones no están dadas para tener un diálogo con el gobierno. Pero hay formas en las que podemos actuar políticamente.

Hablemos con nuestros amigos, amigas, familiares y colegas. Discutamos qué está pasando y por qué está pasando. He visto, con agradable sorpresa, cómo en grupos de amigos y de familiares de WhatsApp estamos dialogando acerca de las injusticias sociales que están detrás de las protestas. Estamos hablando de pobreza, desigualdad, acceso a la salud y a la educación. Eso es acción política.

Cuestionémonos a nosotros mismos. Yo me pregunto, por ejemplo, por qué la violencia que yo sé que se sufre desde hace décadas en zonas rurales del país me impacta más cuando se vive en las ciudades por algunos días. La gran mayoría de víctimas del conflicto armado en Colombia están en el campo, pero su angustia y dolor no llegaron a Instagram. Claro que esto no invalida la indignación por lo que ha pasado en Cali, Bogotá, Pereira, Popayán y otras ciudades durante estas dos semanas. Pero creo que sí nos debe ayudar a poner en perspectiva lo que ha sufrido la población rural del país.

Seamos solidarios con las víctimas de la violencia policial y las víctimas de civiles armados que decidieron disparar en contra de manifestantes pacíficos: nosotros podríamos ser ellos, personas que decidieron salir a ejercer su derecho a la protesta y no volvieron a su casa porque alguien decidió dispararles. Pero también, y esto tal vez sea más difícil en medio de la rabia, preguntémonos: ¿qué pasa si yo me pongo en los zapatos de un policía del ESMAD? Ese o esa policía no nació queriendo disparar contra manifestantes pacíficos. Seguramente tuvo que pasar por un proceso institucional de entrenamiento y, sí, de adoctrinamiento, que le llevó a disparar. Es fácil decir “todos los policías son esto…”. Es mucho más difícil pensar por qué hay violencia policial y pensar por qué la Policía, como institución, actúa como lo hace. Lo segundo, creo, tiene muchas más posibilidades de acción política que lo primero.

Y por último, en un sentido más tradicional de acción política, no perdamos de vista las elecciones de 2022. Los y las representantes que tenemos importan y esa es tal vez una de las lecciones importantes de estas protestas. Cuando escogemos representantes también escogemos visiones de la sociedad: de la sociedad que tenemos, pero también de la que queremos. Entonces, lo que está en juego en las próximas elecciones presidenciales y legislativas es eso: una elección por la sociedad que imaginamos. Canalicemos nuestra rabia, también, en las elecciones. Elijamos proyectos que nos acerquen a la visión que tenemos para la sociedad colombiana: elijamos justicia social, elijamos acceso justo a educación y a la salud, elijamos paz, elijamos equidad de género.

Dejemos que la furia tenga su hora. La rabia puede ser poder, la podemos usar. Siempre pacíficamente, pero también activamente. Convirtamos nuestra furia en acción política.

Let fury have the hour, anger can be power.

Do you know that you can use it?

– Clampdown by The Clash

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